Cuando la FORTALEZA de un restaurante, no es comida
Me preocupa cuando me reúno para realizar y asesorar un nuevo proyecto, y en la mesa de decisiones, la calidad de los platos a servir no es lo más importante.
Es lindo y bonito comer en un restaurante bien decorado con buenas sillas, con baños de alta gama, con personal vestido casi de gala. Pero me gusta más, y creo más efectivo dar buena comida.
Dar buena comida es, simplemente, dar buena comida, aquella que nutre, aquella que gusta, aquella que agrada a los 5 sentidos.
Muchas veces encuentro esfuerzos descomunales, en ocuparse de la decoración por encima de todo.
Cuando reviso los restaurantes que perduran en el tiempo, más de 10 años, absolutamente todos, sirven comida honesta y de buena calidad.
Buena calidad es una milanesa, una simple y compleja milanesa, que sea tierna, sabrosa, crocante y nutritiva; y que la misma, también agrade a la vista de quien la va a consumir, es verdad que a ese gran plato debería acompañarlo, decoraciones, hermosas y cómodas sillas, mozos bien vestidos, pero nos basta recordar esa porción de pizza, ese choripán honesto, ese plato de pastas en un barrio o esa milanesa inolvidable, en algún restaurante de por allí, para enfatizar que la comida y los alimentos son la premisa número uno de crear , de planificar y llevar a cabo un restaurante.
No hay restaurante, que perdure en el tiempo si este no sirve platos dignos.
Aprendí por estos días una sentencia que comparto, para llegar a la excelencia de un plato el primer gran paso, es quererlo. Sin esta decisión política, que es la que marca nuestras raíces en la confección de nuestro restaurante, no hay futuro posible.
Los dejo que voy a pensar y a realizar una rica milanesa para el mediodía.
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