Seguramente es un título interesante y que capta la atención.
A veces confundimos trabajar mucho, con rentabilidad.
A veces queremos facturar más, pero como consecuencia se achican rentabilidades.
A veces preferimos vender un vino carísimo y no muchos del económico, que nos hace ganar más dinero.
A veces economizamos en materias primas, que son sensibles a la calidad e inversamente al precio.
Un orégano de calidad no cuesta mucho más que uno de mala calidad. pero el efecto, es multiplicador, en la calidad de una pizza.
La rentabilidad es una fórmula, que a veces, parece de alta complejidad pero que a mi modo de ver es muy sencilla.
La rentabilidad es consecuencia de una suma de ingresos, menos la resta de gastos.
Si queremos la podemos complejizar y abrir, hasta niveles absurdos.
Muchas veces, se contabilizan aspectos que hacen perder, el foco de la administración.
Cuantas toallitas de mano consume un comensal en su paso por el toilette. Pero nos olvidamos de contabilizar y asegúranos, que la carne sea tierna o la verdura fresca.
Ser eficiente y rentable es más sencillo de lo que creemos.
Pregúntate por ejemplo. cuanto tiempo, dinero y esfuerzo te requieren tareas básicas.
El tiempo es dinero, el esfuerzo es dinero y la libertad es dinero.
Muchas veces nuestras asociaciones de esfuerzo con respecto a las tareas son neuróticas y hacemos análisis que, si los pensáramos, veríamos que estamos perdidos.
Esta es una invitación a esa tarea, hacer rentable nuestra vida y nuestras acciones.
La rentabilidad económica será una consecuencia de acciones rentables.
La definición de rentabilidad, dice algo más o menos así:
Relación existente entre los beneficios que proporciona una determinada operación o cosa y la inversión o el esfuerzo que se ha hecho.
En esta definición aparecen nuevas formas de negocios, más eficientes y más rentables de cara a nuestros clientes.
Puede ser rentable, un restaurante que sirve langosta u otro que sirva hamburguesas. Los dos serán rentables si con el dinero que eroguen los clientes, alcanza para cubrir los gastos y que quede el lucro. Este lucro podrá incluso, medirse, no solo en dinero directo sino en placer, o en rentabilidades de apuestas de otro tipo; como son la publicidad o el apalancamiento para otros proyectos.
Lo que si queda firme, es que al restaurante más rentable, hay que diseñarlo y planificarlo. Recuerdo cuando creábamos Platón un restaurante en el que supimos tener de altísima rentabilidad. Les decía a los arquitectos, quiero tener superficies fáciles de limpiar, y rápidas. No crees cosas que luego no vas a poder cuidar.
Recuerdo que, cuando todavía, no se hablaba con ímpetu de la actual eficiencia energética; habíamos diseñado la forma de iluminar a bajo costo.
Cada acción de nuestro restaurante, estaba estudiada en toda su trazabilidad. Todo tenía un porque, hasta los porque caprichosos, sabíamos que tenían un costo de serlo.
El restaurante más rentable, es aquel en el que te has tomado el tiempo para dedicarle a la ingeniería de cada proceso, en un futuro tan intangible como es la programación, para luego poder con ese proyecto llevarlo adelante con esos cimientos proyectados, ajustando como una casa, los rumbos para que siempre sea actual y adecuado a cada momento histórico que le toque transitar.
- Contenido - 10/1010/10
- Experiencias - 10/1010/10